Esta mañana, después de salir de la cama, cumplir con los hábitos de higiene necesarias para la convivencia con los demás miembros de nuestra especie y tomarme tres cafés concentrados en uno, conseguí despertarme. Todo esto podría resultar agradable si no lo pormenorizamos: la cama era una piscina de sudor, el termo sigue averiado sirviendo así un agua demasiado fría incluso para Junio y al café lo llamo café por que de alguna manera tengo que llamar a esa especie de mezcla de chicoria y zurrapas de torrefacto.
Esto sí es crisis, crecimiento negativo, desaceleración o cualquier otro eufemismo que se quieran sacar de la manga nuestros queridos papis de la patria. Pero esta crisis que sufro hace tanto que nos hemos hecho amiguetes, no es nada nuevo. Tampoco es nueva la crisis que me describe mi amigo el panadero a domicilio, cuando me cuenta que al llegar a ciertos barrios solo ve dos tipos de vehículos, cochazos y cochazos remolcando lanchas de motor fuera de borda; me cuenta mi amigo que a pesar de tanto lujo, ha llegado a tener confianza con el señor de Endesa encargado de cortar el suministro a los morosos.
Cuando las mismas personas que buscan los alimentos más baratos son también quienes forman colas de espera en las agencias de viajes, uno se pregunta si la crisis no será más que el resultado de esa forma de vida que consiste en tener el estómago vacío y el armario lleno. Seguramente me equivoco y es todo mucho más profundo, pero una cosa tengo muy clara: nada pierde quien nada tiene o quien nada necesita, pero aquel que sigue sumergido en la creencia de que ser pobre es tener solo un coche, ese sí que lo pasa mal. Hay gente tan pobre que solo tiene dinero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario