Durante mucho tiempo me he resistido a opinar sobre lo que no es más que una cortina de humo para distraernos del hecho de que el gobierno no tiene ni idea de cómo sacarnos de la situación actual… ni de muchos otros temas. Sin embargo, al final he caido en la tentación de hablar de lo del aborto en fans de Hanna Montana.
Opiniones, una por cada persona... y somos muchos. Seguramente toda esas opiniones son tan acertadas como erróneas, por lo que, para no eternizar aún más un debate que ya era eterno antes de llegar nosotros, solo nos queda intentar ser lo más objetivos posible, dejándonos de creencias religiosas, ideologías políticas y otras chorradas… dejando a un lado incluso nuestro humanismo y ciñéndonos a los hechos.
Tras una larga época de represión, llegó la democracia, tan esperada como inmadura. Una explosión de libertad inundó nuestras vidas, pero nadie nos explicó, lo suficientemente bien, que la libertad conlleva ciertas responsabilidades. Nos dieron el don de ser soberanos, sin exigirnos ser doctos, o al menos conocedores de las consecuencias de nuestras acciones.
Nuestros hijos siguen, diga lo que diga el ministro de turno, sin información ni educación. La mayoría de quienes somos padres no sabemos facilitar esa información, y en los colegios e institutos no se habla en su idioma. Es sabido que nuestra naturaleza nos empuja a hacer aquello que se nos prohíbe para llamar la atención de quienes no nos la prestan, por lo que, la prohibición tampoco es solución.
No hay solución a corto ni medio plazo. A largo plazo, como mucho, podemos informar a nuestros hijos, de forma racional, sin meter miedo, coherentemente y en un idioma que entiendan. Dicha información debe empezar incluso antes de que sepan escuchar, haciéndoles ver que cada acción tiene consecuencia. Tal vez así (y digo “tal vez”) nuestros nietos lleguen a ver nacer una generación de jóvenes con menos prisas por experimentar y más coherencia para elegir.
Vale… hasta ahí lo que, pensando de una forma políticamente correcta, podríamos decir sobre el tema. Ahora bien, al margen de lo bonito que me haya quedado todo eso de que cada cual tiene su opinión y todas son respetables, la verdad es que si alguien me dice que le parece bien eso de que una cría de 16 pueda abortar sin permiso de nadie, en mi cabeza no hará más que resonar… “o no tienes hijas, o eres más hipócrita de lo que puedes llegar a controlar”.
Opiniones, una por cada persona... y somos muchos. Seguramente toda esas opiniones son tan acertadas como erróneas, por lo que, para no eternizar aún más un debate que ya era eterno antes de llegar nosotros, solo nos queda intentar ser lo más objetivos posible, dejándonos de creencias religiosas, ideologías políticas y otras chorradas… dejando a un lado incluso nuestro humanismo y ciñéndonos a los hechos.
Tras una larga época de represión, llegó la democracia, tan esperada como inmadura. Una explosión de libertad inundó nuestras vidas, pero nadie nos explicó, lo suficientemente bien, que la libertad conlleva ciertas responsabilidades. Nos dieron el don de ser soberanos, sin exigirnos ser doctos, o al menos conocedores de las consecuencias de nuestras acciones.
Nuestros hijos siguen, diga lo que diga el ministro de turno, sin información ni educación. La mayoría de quienes somos padres no sabemos facilitar esa información, y en los colegios e institutos no se habla en su idioma. Es sabido que nuestra naturaleza nos empuja a hacer aquello que se nos prohíbe para llamar la atención de quienes no nos la prestan, por lo que, la prohibición tampoco es solución.
No hay solución a corto ni medio plazo. A largo plazo, como mucho, podemos informar a nuestros hijos, de forma racional, sin meter miedo, coherentemente y en un idioma que entiendan. Dicha información debe empezar incluso antes de que sepan escuchar, haciéndoles ver que cada acción tiene consecuencia. Tal vez así (y digo “tal vez”) nuestros nietos lleguen a ver nacer una generación de jóvenes con menos prisas por experimentar y más coherencia para elegir.
Vale… hasta ahí lo que, pensando de una forma políticamente correcta, podríamos decir sobre el tema. Ahora bien, al margen de lo bonito que me haya quedado todo eso de que cada cual tiene su opinión y todas son respetables, la verdad es que si alguien me dice que le parece bien eso de que una cría de 16 pueda abortar sin permiso de nadie, en mi cabeza no hará más que resonar… “o no tienes hijas, o eres más hipócrita de lo que puedes llegar a controlar”.
¡Ah, por cierto! Para trabajar sí necesitan permiso paterno.
© Lucky Tovar