viernes, 27 de febrero de 2009

EL GRAN CIRCO MUNDIAL

Hay que ver la que está cayendo últimamente. Por si era poco lo de la crisis económica mundial, la nuestra propia y la mía personal, el aumento del paro, la mala marcha del equipo al que sigue mi madre, si no teníamos suficiente con todo eso, he perdido mi bolígrafo favorito. Vaya ¿Creéis que estoy frivolizando demasiado? Eso ya no es posible, desde el momento en que la actualidad política se centra en la actividad cinegética de un ministro, que primero dice que no dimite y después dimite en plan “¡pues como no me dejan trabajar me voy, ea!”.

La última moda en cortinas es la utilización de materiales ligeros y cegadores, como el humo. Estas cortinas son elegantemente exhibidas en las pasarelas, por los más prestigiosos diseñadores, PP y PSOE: El PP dice que tenemos nuestra propia crisis por culpa del PSOE, este último muestra su primer modelo de cortina, en forma de acusaciones al PP de espionaje, cámaras ocultas y fraudes de todo tipo. Contraataca el PP, luciendo un bonito cortinaje estampado con motivos de caza ilegal e incompatibilidades judiciales.

Expertos en economía de todo el mundo, aseguran que esto de la crisis lo empezaron los bancos y demás entidades financieras… por eso aquí lo arreglamos, dándoles dinero a los bancos y demás entidades financieras. Eso si, con la condición de que utilicen ese dinero para dar créditos… y van ellos, y prometen hacerlo así… y va el gobierno, y se lo cree. Mientras tanto, expertos historiadores de todo el mundo, aseguran que las causas de esta crisis, son prácticamente idénticas a las que han provocado las peores crisis, desde el Imperio Romano. A ver si al final, para elegir Ministro de Economía, vamos a tener que buscar en la Facultad de Historia.

Hay quien dice que meternos en la guerra de Irak, provocó un atentado que llevaba preparándose desde año y medio antes de dicha guerra… y debe ser verdad porque, algo capaz de ganar unas elecciones, no puede ser mentira. Lo que me pregunto es ¿Cómo se tomarán el hecho de que metamos aquí a algunos presos de Guantánamo? Ese va a ser nuestro papel, ese será el “trabajo conjunto” que anunciaba ZP entre USA s.a. y España. A cambio, los Globetrotters harán un par de giras, a mitad de precio, por nuestro país.

Lo de las guerras es curioso, las hay legales e ilegales, dependiendo de lo que decidan las naciones de la ONU, siempre teniendo en cuenta el derecho de veto de algunas de esas naciones. China, por ejemplo, tiene derecho a veto, por eso es legal su ocupación del Tibet ¿Vais entendiendo ahora porqué son respetables las decisiones de la ONU? La “Primera Guerra del Golfo” fue legal, la “Segunda Guerra del Golfo”, también llamada “Guerra de Irak”, fue ilegal… porque lo dice la ONU. Creo que sería más honrado decir “no a las guerras”, así, en plural, porque me horroriza pensar que haya quien entienda que algunas guerras son justas.

Estoy pensando en escribir este blog en folios y a bolígrafo, antes de que la SGAE consiga trincar también del papel y la tinta. No tendrá la misma difusión pero, de todas formas, ahora tampoco tiene mucha. Son muchos los medios de comunicación como para que la gente se fije en algo tan pequeño. Nuestros entes públicos nacionales tienen cuatro canales de televisión y unos cuantos más de radio, además de mantener toda una orquesta, coro incluido. Las autonómicas tampoco se quedan atrás; solo en Andalucía, tres canales de televisión y tres de radio ¿No había que apretarse el cinturón por lo de la crisis? Ah no, que eso era solo para los de a pie.

Ahora, volved a leer el primer párrafo, tened en cuenta el cachondeo en el que se está convirtiendo la actualidad, nacional e internacional y contestadme ¿Seguro que soy yo quien frivoliza?

jueves, 26 de febrero de 2009

FOTOGRAFÍAS

Hoy he estado mirando fotos… ¡Maldita sea! He desempolvado algún que otro álbum, fotos de esas de cuarto oscuro y luz roja, de carretes que había que saber colocar. Fotos de esas de plástico, tiradas con cámaras a las que había que pegar el ojo para encuadrar. He mirado de reojo a mi actual cámara digital y, por un momento, he estado a punto de preguntarle, retórico ¿Qué sabrás tú?

Hoy he visto rejuvenecer caras de viejos amigos viejos, he vuelto a la adolescencia de actuales adultos, y me he visto abrazado a personas a quienes, ya no recuerdo porqué, dejé de hablar. Me veo, en estas fotos, entregado a unos sueños a los que no llamaba sueños, antes de que empezara a plantearme sin son alcanzables. En las fotos más antiguas me veo más viejo que ahora.

Hoy he recuperado la memoria de aquellos mosqueteros de la radio, de aquella radio premiada, y sin embargo denostada por exceso de descaro, que se parece a la que ahora hacen algunos ¿Nos adelantamos realmente a nuestro tiempo? No me haría estas preguntas si no fuera porque hoy he sacado estas fotos rancias, perdida la mitad de su color, con olor a cajón cerrado diez años, pero llenas de momentos mejores… o eso nos parecía.

Hoy he seguido caminando, ya puestos, a través de estas instantáneas. He vuelto al del éxodo juvenil a Londres, aquel verano de 1997. En el patio de Casagrande, punkis, heavys, rockers, folkis, hippies y blueseros; grunges, pijas y alguna que otra tribu más, de difícil catalogación, todos juntos, en amor y compañía. Ahora casi ninguno es lo que era en las fotos, ni lo que juraban que defenderían hasta la vejez. Supongo que es ley de vida, eso que llaman madurar.

Hoy he visto pelo largo donde ahora hay calva, parejas cambiadas, amores desaparecidos… o al menos creíamos sentir que era amor. He visto recios pectorales, morenos naturales y sonrisas sinceras, en foto, claro; la mayoría son ahora curvas cerveceras, sesiones de rayos uva y prótesis dentales. Y no contento con las fotos en papel, he rebuscado entre esas cajas que llenan la mesa de mi ordenador, buscando CDs.

Hoy he vuelto a pasear junto a la Catedral Marinera, de tu mano. He vuelto al Barroco, a las Cuevas del Dragón y al tren se Soller, al que no llegué a subir. He vuelto a bailar contigo en nuestro salón, cuando el brillo de tus ojos aún era por mí. Otra vez te he visto dormir en el sofá, indefensa ante esas furtivas fotos que tan poca gracia te hacen. Hoy he recordado lo que es llorar la pena con una sonrisa en la cara, que aunque pueda parecer más mueca que otra cosa, solo es el resultado de una de las sensaciones más extrañas que se pueden experimentar: hoy eres feliz y eso me alegra… ¡Maldita sea!

lunes, 23 de febrero de 2009

LA CARA DE LA CRUZ

Es que la cara fue tan de poema, que llegó a emocionar más que en sus actuaciones ¿Eso es buena o mala señal? Yo no sé si estar contento o protestar, por lo del Oscar a Penélope Cruz. Como español debería alegrarme, pero nunca he sido demasiado patriota, y siempre he preferido la justicia al amor por las banderas. Por no mencionar el hecho de que no sé hasta qué punto es española, alguien que no vive en España, no trabaja en España, y no celebra los premios recibidos en España con las mismas muestras de alegría que los que obtiene fuera.

Tuvimos que soportar, como soportamos, una ceremonia de entrega de los Goya, que más bien parecía un homenaje a Penélope Cruz y a Benicio del Toro, hasta niveles tan nauseabundos que llegué a sentir vergüenza. Anoche tuve que recordar aquellas escenas al ver la cara que se le quedó a nuestra querida compatriota, cuando oyó su nombre como ganadora del Oscar, como si fuera el primer premio de su vida. Ya sé que el Oscar está muy por encima del Goya, sobre todo por culpa del baboseo de la academia española, pero un poco de emoción al recoger el premio de su país, no habría estado mal.

El comportamiento y la emoción de anoche, evidenció una vez más que, para ciertos actores que salieron de aquí, cada vez más, el cine español, y sus premios, no son precisamente una prioridad para ellos. Teniendo esto en cuenta, aceptándolo, incluso respetándolo ¿debería alegrarme por el éxito de Pe en Los Ángeles? No me sale. Pero además, tampoco como simple cinéfilo me puedo alegrar, porque no creo que lo merezca ella, porque no creo que lo merezca la película, y sobre todo, porque cualquiera de las otras aspirantes es mejor actriz.

Viendo “Vicky, Victoria, Barcelona”, está clara la admiración de Woody Allen por el trabajo de Almodóvar, y las ganas que tenía de intentar emular al cineasta español. La tendencia a caricaturizar personajes estereotipados de forma exagerada, el conflicto entre caracteres viscerales y cerebrales, el especial atildado de los personajes femeninos, afirman la influencia del manchego en el de Brooklyn. Pero Woody no es Pedro, igual que tampoco imagino a Almodóvar dirigiendo alguna de las historias de Allen, y el resultado es flojo y ligeramente desaliñado.

Penélope, no está mal, pero es normal que no lo esté, pues se trata de un papel que no entraña ninguna dificultad para ella. No demuestra nada que no demostrara en sus películas españolas, además, no estar mal no debería ser calificación suficiente para un Oscar, y menos cuando tienes en el otro rincón a Amy Adams, por poner solo un ejemplo, y que está magistral en “La Duda”. Mucho más merecido, aunque tampoco totalmente, habría sido el Oscar al que optó en 2006 por “Volver”.

miércoles, 18 de febrero de 2009

ESTO HUELE A RANCIO

Imagínate el numerito: el dueño de la empresa en la que trabajas, te envía una cartita, pidiendo que le soples cosillas sobre lo que están tramando tus jefes directos ¿Extraño? Pues ahora imagina que esa empresa es pública ¿Insólito? Pues aún podemos hacerlo inaudito: supongamos que no es una empresa pública cualquiera, sino que se trata de un Ministerio, nada menos. Podríamos complicar aún más la trama, eligiendo a algún Ministerio en concreto, que administre uno de los tres poderes esenciales. Lo realmente grotesco es que no se traa de la trama de una película de ficción, no se lee en las páginas de una novela de intrigas palaciegas, sino en las de los diarios: “El Ministerio de Justicia ha remitido una circular a los secretarios judiciales en la que pide que se recaben datos concretos sobre la incidencia de la huelga de jueces”

Dicen los medios, que “los secretarios judiciales se muestran incómodos y comprometidos por tener que informar de lo que hagan los magistrados”. Supongo que alguno estará incluso pensando si les van a cambiar el epígrafe de su profesión por el de "Comisarios Políticos"… Ah no, espera, que eso ya desapareció hace tiempo. No creo que un gobierno progresista y con talante como el nuestro, resucite esos viejos fantasmas. El hecho de que el cometido que tenían aquellos espías del franquismo recuerde un poco a lo que ahora le piden a los secretarios judiciales, es mera casualidad… incluso diría que estoy forzándolo demasiado.

Tengo dejar de hilar tan fino con estas conspiranoias. Al fin y al cabo ¿Qué hay de malo en que un cargo electo quiera sonsacar a sus empleados lo que planea el poder judicial? Lo que pide el Ministerio de justicia entra en la legalidad actual: se requiere información sobre el número de vistas que se suspendan el día 18 y la causa de su suspensión, así como las actuaciones procesales señaladas para esa fecha y que se hayan suspendido con anterioridad. Además, el Ministerio solicita un recuento del total de órganos judiciales que suspendan vistas y otras actuaciones, y el número de los que no respeten el horario de audiencia pública del día 18. Los secretarios judiciales deberán remitir los datos a los secretarios coordinadores provinciales, que calcularán los datos globales de su provincia y los remitirán a los secretarios de Gobierno, para que éstos los trasladen al Ministerio, antes de las 15:00 horas del mismo día de la huelga.

Pero hay algo que no termino de entender ¿No tenía algo que ver, esta supuesta huelga de Jueces, con la falta de medios y el exceso de trabajo acumulado? Si todo esto empezó porque los juzgados se ven obligados a posponer casos ¿Lo arreglamos metiéndoles más trabajo y poniéndoles hora límite para entregarlo? Debe ser el nuevo estilo, insuflar más aire al globo que está a punto de explotar. Los bancos provocan una crisis, pues démosles más dinero; los juzgados no avanzan por la acumulación de trabajo, pues les encargamos más trabajo, y de paso les metemos un poco de presión. Seguro que funciona. Un poco de presión aquí, un par de tuercas apretadas allí, algún que otro subterfugio legal poco diplomático… siempre ha funcionado. Ah no, espera, que me estoy volviendo a equivocar de época ¡Esas cosas ya no pasan!

martes, 17 de febrero de 2009

ONCE DÍAS DE INFARTO V

Una de las mayores satisfacciones que he tenido, desde que empecé a publicar estos “Once días de infarto”, fue comprobar que algunos de los empleados del hospital que me inspiró, han estado leyéndome; solo espero que hayan leído lo suficiente como para ver que, ellos son lo único de lo que no me quejo. Esta es la última entrega de esta aventura que empezó la madrugada de un sábado, con un infarto, y termina con el comienzo de otras dolencias, no tan físicas, pero mucho más angustiosas. Después de esta entrega, "Crónicas Etílicas" volverá a la normalidad… aunque, por mi propia salud, ya no serán tan etílicas.

Parte 5ª y última
Tres horas de domingo y aún sin sueño. Mañana me va a dar igual si las galletas son de cartón, si el almuerzo es de lupa, si el fumador de enfrente tiene algo que ver con “La niebla” de Stephen King… Mañana no me importará que la ternera, la crema de calabacines y la tortilla, sepan exactamente igual; no me molestará releer esto y que no me guste haber comentado chorradas innecesarias, dejando fura otras chorradas más importantes… Mañana solo pensaré en volver a mi vida, sin los malos hábitos que ocupaban más de la mitad de ella. Las primeras noches aquí, las pasé leyendo, apesadumbrado por mi enfermedad. Las últimas, he decidido pasarlas escribiendo esto, alegrándome de haber conocido a un buen puñado de razones para volver, en otra ocasión, sin que tenga que mediar la enfermedad de nadie. No obstante, no solo de noches de hospital vive mi bolígrafo, y puede de mi vuelta a las calles me depare, incluso, momentos divertidos. Nunca se sabe lo que te puedes esperar cuando crees estar seguro de lo que te espera.

La palabra “infarto” puede impresionar a cualquiera y, aunque el mío no ha sido tan grabe como su nombre aparenta, mis queridos vecinos son muy propensos a disfrazarse de impresionados. Me cruzo con personas que nunca me saludan (seguramente porque nunca les saludo), y me preguntan por mi estado, casi sin parar de andar, como de pasada, ya sabéis, por cumplir… confirmando algunas de las cosas que dije en “De funerales y cumpleaños”. Veo caras largas, de un gris preocupación, enfundadas en trajes de alpaca, y veo chándales de mercadillo despreocupados, seguros de alcanzar la meta de un plato de comida… y eso me recuerda a cuando escribí “Crisis para quién”. Puri cambia de acera para no cruzarse con Antonio, lo cual no tendría importancia de no ser porque son hermanos; pasan todo el año igual, pero siempre se abrazan tras las doce uvas ¿Serán bien fundadas entonces mis opiniones en “Navidad, dulce Navidad”? Volví a ver a aquella chica, igual de estresada que antes de sus clases de relajación: sigue diciendo que “Lo oriental mola”, y sigo estando de acuerdo… con matices. También me cruzo con Chelo, siempre tan empeñado en nadar contra corriente, que ya tiene amigos que empiezan a nadar contra la corriente de Chelo… y sigo diciendo que es “Mejor salir del río”. Así, mi vuelta a casa empieza a parecer uno de esos episodios recopilatorios de seriales televisivos estadounidenses, formado por retales de lo que ya he escrito en alguna otra ocasión.

Recién superado el infarto, el corazón me ataca de nuevo, pero esta vez no es el colesterol, ni los triglicéridos; no es el tabaco, ni la grasa, ni alguna otra causa física… ojalá lo fuera, y así poder curarlo con pastillas y dieta. A veces ocurre que, el mismo amanecer que te rescata de las sombras, descubre otras noches que alumbrar, posiblemente porque, el desagradecimiento y desdén de algunos salvados, cansa hasta a la más generosa de las luces. Ahora que lo capto, aún haciendo lo correcto, deseando lo mejor para quien me deseó lo mejor, no puedo evitar la sensación de haber perdido un partido amañado. Todo esto os puede parecer muy cursi, pero es que lo es, además de un absurdo intento de aliviar este estúpido dolor que me hace preferir el del infarto… aunque solo sea por las enfermeras. Hay cosas que nunca cambian, y yo sigo sin ser capaz de hablar totalmente en serio, ni siquiera cuando hablo totalmente en serio. Nada como un poco de humor cuando no estás de humor y… en fin, si se me ocurren más frases de estas, ya las incluiré en futuras chorradas.

Estos párrafos, sobre las páginas cuadriculadas de mi cuaderno, no llegarán nunca a tener la importancia de esos legajos, manuscritos por un autor de renombre, que alguien encuentra en un baúl. La caligrafía es torpe, y aún peor la ortografía, pero la intención está en el fondo, y la forma solo es un envoltorio. Me movieron, la inconstancia que me incapacita para elegir un solo tema, mi desmesurada vocación de crítico iracundo, el hecho de sobrevivir a dos ataques, uno coronario y otro sentimental, y las personas a quienes he tenido el privilegio de ver trabajar, en Observación y en el ala par, de la tercera planta, del Hospital San Juan de Dios en Bormujos, a quienes dedico este batiburrillo de sensaciones, momentos y pareceres, con mi sincera gratitud y admiración a su enorme profesionalidad y su mal pagada entrega. Sería una pérdida de tiempo buscar conclusiones a todo esto, pero es que a mí me gusta perder el tiempo de vez en cuando: la vida solo sería una mierda si la pudiésemos comparar con otra, pero siempre es bueno que haya quien nos recuerde la posibilidad de que lo sea.

domingo, 15 de febrero de 2009

ONCE DÍAS DE INFARTO IV

Ya ha pasado ese día en que, algunos enamorados celebran estarlo, otros se lamentan de lo mismo, los menos nos alegramos de lo que nos ahorramos, y las tiendas disfrutan, como cada año y a pesar de la crisis, de todo este tinglado. En vista de que, personalmente, siempre he disfrutado más de Ballantine que de Valentín, y los únicos santos en los que creo son los pequeños empresarios autónomos, yo pasé tan excelsa fecha para la vanidad, de bar en bar con un par de amigas. Naturalmente, me he levantado aguantando los gritos de mi conciencia, que no deja de recordarme mis once días de infarto, así que, a modo de penitencia, he decidido empezar el domingo publicando la cuarta parte de mi experiencia hospitalaria.

Parte 4ª
Cuando vemos pasar una ambulancia, no imaginamos la experiencia de batidora por la que pasa el paciente que la ocupa. Paciente es una de esas palabras bien empleadas, en un mundo lleno de palabras inventadas por nosotros, para nombrar conceptos que no entendemos: vida, muerte, tiempo, crecimiento negativo… Yo antes, por ejemplo, no entendía muy bien eso de la moda, ni siquiera entendía porqué no entendía eso de la moda. Sigo sin entenderlo, pero me da igual porque, eso de la moda… debe ser algo insoportablemente aburrido si tienen que cambiarla cada tres meses. Tampoco entiendo muy bien lo del cateterismo, pero si sé que, si esta ambulancia me sigue agitando así, no van a necesitar un catéter para ver mi interior ¡Paciente! ¡Que gran palabra! Una de las mejor inventadas y de las pocas que solemos utilizar bien: nadie necesita más ser paciente, que un paciente… sin contar a quienes esperan que Reverte necesite menos de quinientas mil palabras para describir la indumentaria del protagonista. Vale… el plan era, colocar un par de diminutos muellecitos en una de mis arterias, que se ha estrechado provocando el infarto culpable de que os esté dando el coñazo. Ese era el plan, pero los planes no siempre salen bien como en “El equipo A”, y parece ser que mis conductos sanguíneos están demasiado endurecidos por algo llamado triglicéridos, por el colesterol, y por lo tres paquetes de tabaco que conformaban mi media diaria. Desde hace algún tiempo, mi cabeza y mis arterias son lo único que consigo mantener permanentemente duro.

Observación es la parte del hospital que mejor podría inspirar una novela de terror:
Por los pasillos, como callejeando entre la neblina de una aldea desconocida, en medio de algún páramo oscuro, observan… observan y observan… no hacen otra cosa que observar... ¡¡Y olvídate de que la observación te deje pegar ojo!! Todos deambulan, toda la noche. Enfermeras, enfermeros, auxiliares y médicos, hablan entre ellos, hablan con los pacientes, hablan contestando las incesantes llamadas telefónicas. Hablan, hablan y no dejan de hablar… y de observar, claro. Mueven camas, remueven papeles, pulsan las teclas de los ordenadores como si fueran sacos de boxeo; cables, botellas de oxígeno, más camas… Se mueven de un lado a otro, sin parar nunca, alrededor y entre los mostradores centrales, que forman un cuadrado dividido por su mitad. Esa gran sala llega a adquirir apariencia de extraña pista de “Autos de choque”, o “Coches locos”, como los he llamado toda la vida, que no sé a qué demonios viene ahora la pijadita. Las camas, separadas por cortinas, con los pacientes boca arriba, entre monitores, respiradores y tensiómetros, circunvalando los mostradores, parecen coches aparcados a los bordes de la pista. Aparcados y rodeados de timbres de teléfono, fluorescentes que nunca se apagan y charlas que no consigues descifrar… mientras te observan. Nunca una cama cansó tanto.

Miguel es uno de esos mecánicos, que intentan que tu estancia en Observación sea lo menos desagradable posible. Es un gran enfermero y un tipo estupendo, amable y empeñado en contagiar la simpatía que derrocha… pero Planta es Planta: libertad de movimientos en la cama, poder ir al baño en vez de usar una cuña, recibir la visita de tu familia cuando y cuanto quieran, apagar tus propias luces… y Rosa, la enfermera de esta noche, entrando en mi habitación a preguntarme estupefacta, qué demonios escribo todo el tiempo. La curiosidad es uno de los alimentos que hace crecer nuestra esencia; la sonrisa perpetua y la mirada de Rosa, al verme entre folios y cuadernos, es muestra de una esencia bien alimentada ¡¡Además… qué demonios!! Por muy buen tío que sea Miguel, el de observación, y muy políticamente correcto que yo intente parecer, seguro que está mejor, Rosa vestida que Miguel en bolas. Hace un par de horas que terminó el sábado, el domingo será, con suerte, mi penúltimo día aquí. El lunes me darán el alta, y será un gran descanso, sobre todo para mis padres, que se han hecho cargo de mi vida durante estos once días. No hay nada como la familia… sobre todo para hablar de ellos, intentando así, cuanto antes, hacer olvidar mi último comentario sobre Rosa. Al menos, hoy no soñaré con el Dr. Caligari.

viernes, 13 de febrero de 2009

ONCE DÍAS DE INFARTO III

Si alguno espera algo sobre las enfermeras, más allá de mis calenturientas fantasías, ya puede dejar de leer: esta historia está totalmente basada en un hecho real, y en la vida real yo no ligaría con una de estas enfermeras, ni emborrachándola. Para colmo, esta tercera entrega de mi odisea infártica (bonito palabro) llega a una de sus partes más estrambóticas, anímicamente hablando. No sé si desearos que la disfrutéis, porque podría resultar descorazonador para vosotros, descubrir las cosas con las que podéis llegar a disfrutar.

Parte 3ª
En un momento como este, diez minutos después de conseguir abrir del todo los ojos, podría decir algo así como… “recién amaneciendo y tras reparador sueño…” Podría quedar bien, pero sería mentira: a las ocho y media ya hace mucho que amaneció, y cuando te pasas el día en la cama… ¡a ver qué demonios tiene que reparar el sueño! Está nublado, no llueve aún, pero el gris plomizo de esas nubes, acompañado por las subidas de la temperatura, indican una clara probabilidad de precipitaciones. Todo eso me importaría, si yo fuera Mario Picazo, o pudiera salir a la calle, pero estando como estoy… por mí, como si el cielo decide estrenar hoy “El Diluvio Universal II. Noé Return”. Habrá quien esté pensando que hoy me levanté con mal pie, y otros opinarán que solo finjo esta pose de malhumorado, como iracundo recurso literario. Ambos tienen razón… o puede que ninguno ¿a mí qué me importa? A lo mejor hasta hay quien me diría eso de… “seguro que estás mejor después de desayunar, porque yo, hasta el café no soy persona”. Pues bien, ser humano que sin café no eres persona y con café crees parecerlo (¿será por topicazos?), ya he desayunado, una estupenda taza de leche desnatada, con un sobre de descafeinado cuya marca conocen en su barrio, y tres galletas María (eso pone el paquete), que si las muerdes en seco parecen de cartón, y si las mojas… si la mojas se convierten, definitivamente en cartón. Para pasar mejor las galletas, me he bebido litro y medio de agua del tirón (y aún quedan residuos en mi gaznate), y ahora trataré de alegrarme el día imaginando el almuerzo mientras observo al tipo de la ventana de enfrente, al otro lado del patio, asomándose a fumar, una y otra vez, un cigarrillo tras otro, poniéndome largos hasta los dientes protésicos.

Desde mi ventana puedo ver las del ala impar del hospital, al otro lado del gran patio central, en el que se alza, impetuosa, una de esas enormes cruces que recuerdan la humildad de quienes tanto la predican. Ya sé que mis renglones (sobre todo en versión manuscrita) pueden parecer torcidos, pero también dicen eso de un tal “Dios”. La mayoría de las persianas aparecen echadas, no hace hoy un día que apetezca ver desde la cama de un hospital; sin embargo, el fumador de enfrente sigue asomándose a fumar, invariablemente, cada cuarto de hora… como un cuco. El tipo, debe creer que así no le delata el humo, y tiene, justo frente a su careto, a más de cuarenta “James Stewarts”, que lo ven desde todas las “Ventanas indiscretas” del ala par; la de ocurrencias que se me pasan por la cabeza cada vez que le veo asomar medio cuerpo al vacío. Podría decir en mi defensa, que es su falta de escrúpulos lo que me molesta, pero en realidad es su falta de solidaridad y… ¡Pura envidia! ¡Aunque, bien mirado, la verdad es que resulta bastante vergonzoso ver el descaro de este tipejo que rompe, no solo las normativas, también las buenas costumbres, y cualquier principio ético y cívico que podamos imaginar! Voy a ver si robo un yogur y me calmo antes de seguir. Mañana me despertarán a las siete de la mañana y, desde eso momento, lo único que podré ingerir será un trago de agua, para empujar un buen cóctel de pastillas. Después me monitorizarán, y me mantendrán así hasta que llegue la ambulancia que tiene que trasladarme a otro centro, donde hay ciertos aparatos muy caros, manejados por profesionales aún más caros, que este hospital no se puede permitir ¿Cuánto costaría la enorme cruz del patio? Por lo que me han contado, van a meterme una cámara en una de mis infartadas arterias, echarán un vistazo, intentarán hacer unos arreglillos, y lo grabarán todo en un bonito DVD; no es tan raro… hay quien ve Gran Hermano ¿Recordáis cuando se suponía que era un experimento sociológico? Ahora sigue pareciendo un experimento, pero genético ¿De verdad esa pandilla son representativos de nuestra sociedad? Pues cada vez me alegra más, ser de poco salir, para no tener que plantearme si lo que veo es la vida real o “El gabinete del Dr. Caligari” ¡Ya me he vuelto a dispersar! ¡A saber lo que me dará por soñar hoy! ¡Si es que…!

miércoles, 11 de febrero de 2009

ONCE DÍAS DE INFARTO II

La primera parte de “Once días de infarto”, batió record de comentarios. Me congratula ver hasta qué niveles puede llegar a ascender el interés por la literatura coronaria, y por la salud del infartado en cuestión, por supuesto. Muchas gracias a todos por vuestra preocupación y ahí os va la segunda entrega.

Parte 2ª
¡Como me gusta la música que me gusta! Seguramente, Charlie Parker sacó parte del dolor, que después convertía en música genial, de sus largas y abstinentes estancias en aquellos hospitales sombríos, de asfixiante asepsia clorhídrica. De haber estado aquí, habría terminado componiendo cancioncillas ñoñas, llenas de amor rosa y melodías silbables. Tal vez las habría escrito como yo escribo esto: empezando en la agenda, regalo de aquella pizpireta enfermera de la flor en el pelo y la sonrisa de dibujo animado japonés, hasta poderlo hacer evolucionar en un cuaderno. Tampoco creo que Charlie ‘Bird’ Parker, en aquellos antros llenos de cofias grisáceas y sábanas amarillentas, contara con un compañero de habitación como el mío: uno santo a quien no parece molestarle, ni siquiera mi luz encendida, hasta bien avanzada la madrugada, mientras escribo chorradas de estas. No obstante, no voy a abusar de mi suerte y me iré ya a la cama; no es que tenga sueño pero, si no puedo dormir, me entretendré pensando en algo interesante ¿Qué pondrán mañana para comer? El cardiólogo que lleva mi caso ha impuesto una dieta hipocalórica, por aquello de que me ha dado un infarto y eso ¿Habrá dietas para rebajar la bilis provocada por una ex mujer?

De primero, sopa con fideo singular (solo encontré uno), y trozos flotando de… bueno, trozos flotando. De segundo, muslito de Calimero, con guarnición de habichuelas a la recesión (concretamente tres), y una pieza de pan integral, que es ese pan elavorado con harina de trigo entero, o sea, sin quitar la cáscara llamada salvado o afrecho… ¡que es lo que mi abuelo echaba a los cerdos para engordarlos! De postre, una naranja: definitivamente, ningún psicópata asesino mataría a nadie con este cuchillo, aunque lo jure Stephen King. Eso si, como parte de los privilegios de estar en Planta, un par de horitas después de la cena, una auxiliar me ofrece un rico zumo de piña. En mis auriculares, Duke Robillard se pone tierno versionando “I’m still in love with you”… ¡y así no hay quien entre en según que ambientación narrativa! A lo mejor, si cambio a Duke por Son House, podré echar mano de todas mis reservas de imaginación, convertir el zumo en Jack Daniels, a la auxiliar en una camarera sexy, y a las enfermeras en… bueno, hasta algunos recovecos de mi imaginación es mejor no llegar… al menos por escrito. Ojalá dejaran que me llevara una de estas camas a mi casa: las posibilidades anatómicas son casi infinitas.

lunes, 9 de febrero de 2009

ONCE DÍAS DE INFARTO

El título describe, textualmente, el contenido de esta nueva entrada, no es una frase hecha. He pasado once días ingresado, como consecuencia de un episodio coronario. No me gusta ni la posibilidad de aburrirme, así que, en cuanto pude, busqué donde y con qué escribir. El resultado es una serie de pareceres, estados anímicos, descripciones y otras inquietudes, que publicaré por partes, ahora que estamos en la época de los fascículos.

Parte 1ª
Las primeras noches aquí, las pasé leyendo a Stephen King y, aunque disfruté de tan grata compañía, admito que me cuesta entrar en situación en un hospital como este, que tan pocos elementos ofrece a la narrativa de terror. Este no es, precisamente, uno de esos lugares donde suelen transcurrir las historias del viejo Stivo… o tal vez sí ¿Cómo lo haría el maestro? Seguramente empezaría describiendo el lugar, poco a poco, con meticulosidad pero sin cansar, entrelazando detalles del sitio con datos sobre sus habitantes. El protagonista tendría algún que otro flash-back, inducido por el ingreso de algún paciente o el comentario de un compañero; nos iría relatando detalles personales, sobre su casa, su familia… Así, el maestro nos iría dibujando un escenario factible, que resulte incluso familiar, hasta hacernos pasear, de forma virtual pero sin cables, por entre pasillos, batas blancas y ganchos para botes de suero. Nos llevaría hasta un clímax verosímil, provocado por circunstancias naturales y totalmente creíbles y… después lo llenaría todo de enormes arañas, tentáculos monstruosos y nieblas ínter dimensionales. A ningún lector le resultaría forzado… pero yo no soy Stephen King. Ni siquiera alcanzo el nivel de aspirante a principiante. No sabría como sacar insectos pleistocénicos de un escenario cuyos actores se empeñan en romper todos los tópicos novelesco-hospitalarios ¡Si es que parecen salidos del club de fans de “Patch Adams”!

Aquí las enfermeras no esgrimen esa seriedad, mezcla de rectora de colegio de monjas y voluntaria de la Sección Femenina de posguerra. Los enfermeros y celadores no recuerdan a Igor, y los médicos te explican lo que te pasa en un idioma que entiendes. No les voy a valorar físicamente, porque siempre me pareció algo superficial, a veces incluso soez, pero… alguien que no fuera yo, diría que están todas y todos buenísimos. Si a todo eso sumamos que, desde auxiliares a doctores, todos se esfuerzan en su trabajo, y siempre con una sonrisa… ¿de donde saco yo a los monstruos asesinos? Tal vez podría crear a un paciente psicópata a quien le diera por matar a diestro y siniestro… siempre que no lo intente con los cuchillos que nos ponen para comer: cada vez que tengo que enfrentarme aquí a una naranja, pienso que la Madre Naturaleza, en su infinita sabiduría, hace que nuestras uñas crezcan deprisa pensando en los cubiertos de plástico de los hospitales. Ya se podrían estirar un poco más los Hermanos… ¡Ha! ¡Que aún no lo había comentado! Es que, veréis… si normalmente se dice que “doctores tiene la Iglesia”, en este caso la Iglesia tiene todo un hospital… en estrecho concierto con nuestras laicas y aconfesionales administraciones, por supuesto. Dale dinero a una orden religiosa, métela en la carrera espacial, y en unos meses dejarán en pañales a la mismísima NASA… aunque sus astronautas tengan que comer con cuchillos de plástico.