Conté con la suerte, allá por el pleistoceno, mientras cursaba el sexto grado de aquello que se llamaba EGB, de tener a uno de esos profesores cuyas enseñanzas trascendían los programas de estudios e iban mucho más lejos de lo que alcanzaban a alcanzar aquellos libros de texto de las editoriales impuestas (dictadas) por el gobierno de turno según conveniencia política. Siempre contaba, este auténtico maestro, al salir al patio de recreo, con un buen puñado de chavales a su alrededor, para exponerle nuestras inquietudes en forma de preguntas, la mayoría de las veces impregnadas de la inocencia que, aún en aquella etapa de nuestra querida y rica historia, exhibíamos.
En una ocasión derramó aquel buen señor sus ideas sobre nosotros en forma de historieta, que bien hubiera podido ser chiste a juzgar por la presentación y el nudo, si no fuera porque el desenlace nos avisaba sobre el lastre que nos iba a tocar arrastrar; la maldición de la herencia genético-histórica de quien ha tenido la suerte de nacer en la tierra del “soy el mejor y no necesito demostrarlo”. Esta es la historia que nos contó, tal como la recuerdo:
“Imaginad que ponemos, al pie de la montaña mas alta que encontremos, a un sevillano, un granadino, un onubense y un cordobés. Os puedo asegurar que el primero en llegar a la cima y clavar su bandera sería el de Sevilla, seguido del onubense que plantaría su bandera y montaría dos mesones. Después llegaría el granadino poniendo allí su insignia y dos hoteles, para terminar con el cordobés, que además de colocar su banderita abriría un museo y un parador. Seguramente los representantes del resto de provincias irían llegando después, organizando eventos culturales y demás actividades, mientras el sevillano sigue allí, en la cumbre de la capitalidad y hondeando orgulloso su bandera.
Nunca caigáis en el conformismo del viejo escaparate, aportad cosas nuevas, ideas nuevas, nuevas ofertas y luchad por ellas, respetando las costumbres populares pero quitándole de vez en cuando las telarañas. Salvaguardar vuestra historia, pero nunca en detrimento de vuestro futuro, porque esta puede ser el mejor sitio para vivir, pero solo si vuestras inquietudes se reducen a Feria, Semana Santa y Rocío.”
Aquel profesor en las aulas, se convertía en maestro en el patio, por eso hoy brindo a su salud y en detrimento de la mía, desde la única capital que, año tras año, sigue devolviendo dinero de lo presupuestado para cultura.
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