Dicho así, después de unos días, suena aún mejor. El cineasta más preclaro de nuestro país, y muchos otros que le siguen, se han dado cuenta. Los ciudadanos se han dado cuenta. La prensa se ha dado cuenta. La única que parece no enterarse, es la Sinde. O eso, o sí que se entera y le da igual, lo cual es mucho más grabe. Por eso me he permitido escribirle esta carta abierta, no para intentar que se entere, sino para dejarle claro que el resto del mundo sí que se está enterando.
¿De verdad cree usted, señora Ministra, que les está haciendo un favor a los autores españoles? ¿Cree que con su ley asegura más ingresos al cine de nuestro país? Eso no es verdad ni en el peor de sus antiguos guiones. El cine de un país con la política de subvenciones de España, la más espléndida del mundo, no necesita sus dudosos favores. Lo que necesita nuestro cine es ser visto, tener espectadores, que la gente se acostumbre a ver cine español. Cuando el personal deje de contar con el intercambio cultural en Internet… ¿cree que irá a las salas de proyección a ver cine hecho aquí? La gente seguirá yendo a ver cine americano. Lo único que su ley va a conseguir es que nuestro cine, además de no ganar en taquilla, pierda en espectadores.
No creo que sea usted, señora Ministra, tan ingenua como para creer en sus propias palabras, faltas de criterio y credibilidad. Así que, si lo suyo no es ingenuidad, solo quedan dos opciones:
Puede que no alcance usted un nivel mínimo de aptitud, pero concediéndole el beneficio de la duda, desestimaré esa opción, por aquello de que ha llegado usted a Ministra. La otra posibilidad, por la que me inclino más, es que es usted una de esas cazadoras de notoriedad que tanto abundan en su selecto grupo de neo-burgueses. Seguramente, ya en su etapa de guionista anhelaba usted la reputación del productor, la celebridad del director o la fama del actor principal. Ahora, en el Ministerio de Cultura, ambiciona las portadas de prensa de su jefe.
Bien… hablemos de notoriedad:
Se va a dar usted a conocer, señora Ministra, por promover una de las leyes más retrógradas, restrictivas, anacrónicas e inútiles que pueda dictar un Gobierno que se dice progresista. Está usted defendiendo una serie de medidas que harán que los gerifaltes de la cultura se sigan llenando los bolsillos por trabajar una vez cada tres o cuatro años… como mucho; todo ello desde un Gobierno que se dice de izquierdas. Con suerte, será usted recordada igual que lo fue, por un corto lapso de tiempo, un tal Corcuera. Con la diferencia de que Internet no tiene puertas que tirar de una patada. ¿De verdad cree usted, señora Ministra, que va a parar el intercambio de cultura en la red?
Regrese usted al siglo XXI, a ver si así se da cuenta de que nada es lo que era, de que todo está cambiando, de que los conceptos ahora son otros. En este nuevo mundo, quien quiera ganar pasta va a tener que currar: dar conciertos, ofrecer productos que arrastren a la gente al cine, al teatro, a las galerías… Currar, señora Ministra. En definitiva, lo que hace cualquier mortal que quiera ganarse la vida honradamente. Dígales usted a sus amigos de las grandes compañías multinacionales, que ser pobre no consiste en tener solo un coche y una casa, y de paso, dígaselo usted a sí misma.
Lo que está pasando con usted, señora Ministra, es que ya ha olvidado su época contestataria y rebelde que seguro que tuvo un día. Lo ha cambiado todo por un trocito de popularidad que será más efímera de lo que piensa, pues… ¿sabe usted?, haga lo que haga, señora Ministra, en este momento, más del 70% de españoles sigue sin saber quién demonios es usted, pero ese mismo 70%, conoce al menos cinco webs de intercambio de cultura.
PD: Esta carta la publicaré en un blog de Internet, gratuito y de acceso libre. Como autor, estoy seguro de que esa es la mejor manera de llegar a los demás.
© Lucky Tovar
1 comentario:
Muy bien Lucky, asi se habla y así se escribe. A pocos ciudadanos de a pie les queda lógica para actuar en la vida, y encima son los muñecos del resto, la mayoria que perdió la logica si alguna vez la tuvo.
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