Pero, antes de seguir cayendo en la obviedad, concluyamos la historia. Los especuladores se llevan la pasta, los ricachones disfrutan de su presunción, y todos contentos. Pero la playa tiene sus propias reacciones. El mar también vive, habla, se manifiesta. El agua se ensucia, los peces mueren y el litoral cambia de color. Todo se contamina y, como consecuencia, ya nadie se puede bañar. Ni los ricos tontos de los apartamentos y hoteles en primera línea de playa, ni los lugareños de toda la vida. Mientras tanto, los especuladores siguen contentos, las construcciones siguen contaminando, los adinerados se bañan en las piscinas del club social, y los lugareños se quejan.
Al principio, todo estaba bien. Las obras daban trabajo, los trabajadores dejaban dinero en los negocios del pueblo, y este crecía. Al final, los compradores esnobs se cansan del lugar y venden sus apartamentos, a precios asequibles, a gente más de clase media, que no esperaban encontrarse con banderas negras en la playa. Todos terminan yéndose. El pequeño pueblo costero pierde su principal fuente de ingresos, con el que ya contaba antes de que llegaran los especuladores.
En reuniones sociales, de esas que tanto les gusta a los estirados con más pasta que materia gris, Mari Puky le cuenta a Chuluka lo bien que estaba esa playa al principio…
–Pero se puso súper asquerosa ¿Sabes? O sea, que ya no podíamos ni bañarnos.
La cosa tendría su gracia, si no fuera porque la mayoría de seres humanos no sabemos escuchar la voz del verdadero damnificado. Solo sabemos ver el telediario:
–Record de banderas negras en las playas españolas. Y ahora, información sobre el Mundial.
© Lucky Tovar
1 comentario:
Mu bueno. Sigue dando el callo Lucky. Un abrazo
Manolo Poy
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