jueves, 25 de junio de 2009

EL PETULANTE Y SU INMERECIDA VANIDAD

Cuando la vanidad trasciende lo meramente físico, y su práctica indiscriminada deja de limitarse a la simple auto contemplación, aparece la petulancia. El petulante no ve personas a su alrededor, sino espejos, incluso cuando se trata de una simple conversación telefónica. Comportamiento fatuo, retórica pedante y la necesidad imperiosa de imaginar la vida como un gigantesco atril desde el que mostrar al mundo toda su jactancia, son solo algunas de las características del vanidoso que, lejos de ser capaz de reconocer su presunción, así le abrasen los pies con hierro incandescente, no duda en esgrimir, cuando llegan las críticas, su pose más altiva: -La clase no está al alcance de todos- Convencido de pertenecer a una reducida élite mundial, no se enfada si alguien osa bajarlo de su pedestal ante sus narices, y crea en su cabeza auténticas conspiranoias por las cuales, el resto del mundo se conjura en tácita connivencia contra su selecto grupo.

Si el petulante es el peor de los vanidosos, entre los petulantes también hay uno que destaca por encima de los demás: “el único”. Ese ser que, no solo se ve como el mejor, sino como el único. No es que él sepa más que nadie, es que nadie más sabe. Petulantes tipo “único” hay en todos los gremios: el profesor que se basa solo en su condición para subestimar a los alumnos, el deportista que se cree ganador antes de la competición solo porque los demás están por debajo en el ranking, los escritores que se buscan en las librerías… Especialmente me divierten esos tipos que, en foros de opinión, incluyen preguntas cuyas respuestas les alzarán a lo alto del status, en vez proponer temas en los que, la opinión de los demás les pueda enseñar algo nuevo. Esto deja ver claramente que, no solo es un petulante, sino que además su vanidad es gratuita e inmerecida.

Resulta realmente gracioso (lo excesivamente patético me hace gracia) ver a todo un cuarentón entrar en esos foros para hacer preguntas como “¿Cuántas personas leen vuestro blog?”, y más gracioso aún es ver su reacción cuando, en contra de sus cálculos iniciales, una de las respuestas asegura tener más lectores que él. Comienza entonces una batalla dialéctica que a mí, más que a un sitio en el que opinar, me parece estar otra vez en aquella calle de mi infancia, donde jugábamos a algo parecido al fútbol, y solo era penalti si así lo quería el dueño de la pelota. Los blogs de estos individuos son fácilmente reconocibles, porque están repletos de medidores de visitas, rankings, estadísticas horarias, diarias, semanales, mensuales y anuales… y encuestas en las que el petulante único puede ver hasta qué punto se equivoca el resto del mundo.

® Lucky Tovar

2 comentarios:

maritornes dijo...

Pero... ¿Qué te ha pasao, alma de Dios? Muy quemado te veo.

¿Sabes? Cuando alguien "se las da" tanto de algo, normalmente, es que, en el fondo, lo tiene muy pequeño. El ego, digo.

Yo, que tiro a viejecita y ya he visto muchas cosas sólo por eso, cada vez estoy más convencida de que lo que importa es lo que pueda decir de una persona aquellos que tiene cerca. Porque, de visita, todos somos buenos.

Así que no tiene sentido ponerse a mirar quién la tiene más grande. La estadística de visitas, digo.

Cuídate.

Anónimo dijo...

Querido Lucky, la cosa está en que los que te lean te entiendan o por lo menos saquen algo en claro (o en oscuro, que lo mismo me da. A mi me gustan tus crónicas etílicas, las lean dos o las lean doscientos. ¡Anda que no hemos visto a multitudes aclamando a auténticos berberechos!
Salud
Manolo