jueves, 11 de marzo de 2010

YA HAN PASADO SEIS AÑOS... NADA MÁS

Ya han pasado seis años. Somos todos un poco menos niños, menos ingenuos, mucho menos inocentes. Nos arrancaron esa inocencia de la peor manera posible: a fuerza de fuerza bruta, con la voz de las armas y el esperpento de la ignorancia de unos pocos, utilizada por otros pocos y disfrazada de falso dogma. A estas alturas del siglo XXI, aún hondean preguntas que nadie responde: ¿De verdad hay quien piensa que un trozo de tierra, una concesión económica, un ideal político o una creencia religiosa, son argumento para arrancar una vida?

Una vida, diez, veinticinco… ciento noventa y cuatro ¿Qué más da? Eran vidas que, en su mayoría, ni siquiera se habían parado a pensar en la posibilidad de que un pensamiento medieval acabara con su futuro. Vidas que pertenecían, ante todo, a seres humanos, semejantes entre sí y con los propios asesinos, que ya eran personas antes de tener cualquier ideal, cualquier credo, cualquier pertenencia física. No hay peor castigo que el inmerecido, y en una mañana como la de Atocha, de hace seis años, todos fuimos castigados: quienes vieron allí el final de sus vidas, quienes asistieron al pánico, quienes lo vimos en los medios; incluso las mentes vacías, manipuladas por su propio extremismo, alentado por la avaricia y el odio irracional de unos cuantos.

Me da igual como se hagan llamar. No me importa si fueron razones políticas, religiosas o meramente revanchistas. De nada vale buscar razones cuando la razón se ha perdido. Quienes matan solo lo hacen porque pueden hacerlo, porque alguien les dijo que debían hacerlo; no debemos olvidar que, por encima del verdugo está la verdadera mente criminal: la mente de quien ya empezó a matar antes de la matanza, inculcando odio, fuego y plomo, en personas de tan pobre espíritu, que son capaces de robarnos lo único que realmente es nuestro: la vida.

Aún seguimos dándole vueltas, buscando culpables en un mundo en el que la ignorancia es el único culpable. Aún seguimos sintiendo ese miedo atroz, capar de cambiar, de manosear, algo tan sagrado como nuestra voluntad. Todavía preguntamos porqué, sin darnos cuenta de que los únicos porqués son la incomprensión, la ignorancia y la ira. Aún no sabemos como enfrentarnos a nuestros temores. Al fin y al cabo, solo han pasado seis años.


© Lucky Tovar