No se trata de mirar por encima de ningún hombro, que para eso no tengo altura ni la deseo. No es cuestión de menospreciar a alguien porque no sepa recitar la teoría de la relatividad… yo tampoco sé. No es, la mía, la postura de ninguno de esos elevados que, merced a sus muchos y avanzados conocimientos, se creen autorizados a despreciar al resto de mortales, menos doctos que ellos. Alguien de ultramar dijo una vez, que había encontrado más cultura entre las yagas y estrías de las manos de un campesino andaluz, que en muchos de los libros que había leído. Yo quiero considerarme de esos que, no sabe mucho, pero encuentra sabiduría en todo, pues de todo se puede aprender. Digan lo que digan, y lo que me puedan decir, hay muy pocas cosas más placenteras que una buena charla.
El tema de una conversación, es lo de menos en realidad, siempre que la conversación nos llene. Se puede hablar del tiempo, del estado de las carreteras, de música, de fiestas, del material con que se hace el papel higiénico… ¿Qué más da? Lo único exigible a una charla, es que resulte amena y sea medianamente coherente, lo cual no es demasiado difícil. La coherencia, o no, de una tertulia, solo depende de la presencia de los elementos necesario: emisor, receptor, medio de comunicación y mensaje. Naturalmente, el emisor y el receptor deben ir cambiando, y también puede ser conveniente que, de vez en cuando, cambie el mensaje.
Dos analfabetos pueden mantener una conversación, dos personas con problemas psicomotores pueden charlar, dos tipos que en su vida hayan aprendido a escribir ni leer, pueden tener, por supuesto, largas tertulias sobre un sin fin de temas. Incluso disminuidos físicos severos pueden comunicarse y dialogar. Sin embargo hay personas que no cuentan con esa capacidad. Cuando alguien te recrimina que intentes tener una charla normal, esgrimiendo en su defensa frases como “a mi es que no me interesa nada de eso”, empieza uno a darse cuenta de que no es tan difícil como dicen, encontrar al eslabón perdido.
Existen seres que viven aún en las cavernas, por muy cómodos que sean sus pisos. Hay miembros de nuestra sociedad que siguen comunicándose según les dictan sus instintos más primigenios, por muy modernos o modernas que quieran parecer. Aún hay neardentales y autrolopithecus, por muy largas y tersas que sean sus piernas, o muchos politonos tengan sus teléfonos móviles. Son homosapiens con la facultad suficiente como para rellenar una solicitud de alta en una web, tirar de la cadena de la cisterna, o seguir la marcha cuando el semáforo está en verde, pero incapaces de entrar en una conversación, por muy trivial que esta sea, sin sentirse mal.
Estos seres suelen atacar a quienes, en ciertos medios, intentar establecer un diálogo digno. Su ataque consiste, básicamente, en utilizar palabras arrojadizas como “sabihondo”, “listillo”, “pedante”… aunque el supuesto pedante solo quiera hablar de las noticias del periódico. Atacan y no dudan en intentar expulsar a quien demuestra haber salido de la caverna, pero no dudan en apelar a la lucha de clases culturales cuando alguien se defiende, coherentemente, de sus ataques. Estos “neo-cavernícolas”, no dudan en ponerse a la defensiva cuando creen estar siendo ofendidos, y sueltan cosas como “me discriminas porque eres un culturilla y yo no”. Da igual que trates de decirle que solo quieres hablar del tiempo, o que les dejes claro que el intento de conversación iba dirigido a otros miembros del grupo; no se enteran.
Mi rechazo no va a personas que no sepan hablar de egiptología, yo tampoco sé. No repudio a nadie por que tenga más o menos conocimientos, más o menos cultura, más o menos capacidad para entender. Nunca despreciaré a alguien que no sepa, pero tampoco entenderé a quien se niegue a saber. No obstante, tampoco me creeré nunca con el poder para obligar a nadie a saber, entender, conocer, experimentar o simplemente participar, pero si puedo exigirles respeto hacia mí, y hacia otras personas que sí queremos ejercer ese derecho inalienable a aprender de otras personas mediante nuestra capacidad para compartir ideas. Yo al menos lo seguiré haciendo, en cualquier medio que me permitan utilizar.
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