Así es, Pérez Reverte. Ya que has decidido caer en la trampa facilona de hacerte publicidad polemizando a base de grito malsonante, he decidido, a partir de este día, referirme a ti como Arturito; que no otra, cosa sino diminutivo, merecen quienes se diminutan a sí mismos con según que prácticas.
Mostremos credenciales, Arturito, pero no de más o menos afamada carrera, que ahí pierdo por goleada, charrán, sino de intencionalidades:
No me falta tiempo, ni me faltó nunca, ni creo que me llegue faltar, como ganas, de criticar a mi tierra de Sevilla y a las gentes que la pueblan, mas, doy fe, soy Sevillano y como tal esgrimo el sagrado derecho de la autocrítica. Ya ves, Arturito, que no todos nos miramos el ombligo. Es, de hecho, una de mis luchas desde hace tiempo, y es confesa mi condición de pirómano de guías turísticas andantes. Nunca me gustó el sevillano auto complaciente ni la Sevilla vanagloriada, y como tal estuve muy de acuerdo con aquellas otras palabras que ya vertiste, Arturito, sobre la Muy Leal, Invicta y Mariana.
Soy crítico, sí, y lo seguiré siendo, pues cierto es que, a pesar de lo mucho que aquí hay quien se mira el ombligo, son pocos los que vemos la mucha pelusa que hemos acumulado en él. No me gustan los escaparates viejos ni las viejas victorias, que eso está bien para los libros de historia o para novelas como las tuyas, Arturito. Me gustan los méritos nuevos y las nuevas conquistas y, entre ellas, las culturales son mis favoritas. Por eso tiendo a darle caña a mi tierra, pero nunca habrá quien halle malsonante insulto en mis palabras. Amo Sevilla y por eso saco a relucir las sus miserias, porque no hay mayor patriotismo que el de quien muestra las indigencias de su tierra y deja las bellezas para quien venga a disfrutarlas y sepa verlas.
Las anteriores son mis credenciales, pero, ¿cuáles son las tuyas, Arturito?
No eres de aquí, por lo que no se puede hablar de autocrítica. Naciste en ese otro punto clave de las historias que tanto te gusta relatar, Cartagena, desde donde tal vez, y digo tal vez, sufras algo del típico resquemor de quien siente que su tierra debería ser más importante que la que recibe la importancia. Te aseguro, Arturito, que eso no es culpa de quienes andamos hoy por Sevilla. El caso es que, desde ese resquemor, o no, analizas mi ciudad, la etiquetas y catalogas como a una especie de heredera de Sodoma, el Chicago bajofondero de los años veinte y el Harlem de las películas. Putas, yonkis, maderos y delincuentes, forman, según tú, la población de Sevilla. Olvidaste decir que también hay un buen número de lectores de Pérez Reverte… ¿o es que los metes en uno de esos grupos? ¿Somos tus lectores yonkis, putas, maderos o delincuentes? Tengo claro que, incluso dándose la improbabilidad de que leas estas líneas mías, no las vas a contestar, sobre todo por falta de verdadero verbo (tú mismo lo demuestras); y también sé que si tienes el improbable valor de contestarlas será mediante tu arma favorita, pues es bien sabido que es, el insulto, el único recurso de quien no tiene argumentos.
Ahora que caigo, permíteme un inciso: ¿sueles utilizar las condiciones del drogodependiente, la prostituta y el policía, como insulto?
¿Dónde estábamos? ¡Ah sí, en tus incapacidades! La gente (y también las personas, que no es lo mismo), no se dan cuenta de ello, pero quienes te recordamos yendo de guerrita en guerrita y pariendo paupérrimos comentarios, sabemos que tu fuerte está en tu escritorio, en tu casita, bien acomodado; que careces por completo de espontaneidad, capacidad de improvisación, adaptabilidad al momento… y por eso escribes novelas, y por eso eliges las épocas que eliges. Prefieres pisar por donde ya otros hace tiempo que anduvieron, y colocar a tus personajes en lugares descritos hace siglos por los grandes. Después, si resulta que en esos lugares no se vende tu novela tan bien como en otras, arremetes con tu verdadero rostro al descubierto: el rostro de quien tiene más hiel que verbo y menos maneras que rencores. Ya lo demostraste en Cádiz y ahora en Sevilla ¿Es el sur el problema, o es ese resquemor del que te hablaba antes? Si es lo segundo, no tienes por qué, Arturito, que es grande tu Cartagena, en los mares de la historia y en los de hoy también.
Por lo tanto, Arturito, si de verdad piensas que Sevilla, mi tierra tantas veces criticada por mí, es como dices, si de verdad así lo piensas, si no es más que un intento tuyo por polemizar en busca de la publicidad gratuita… Si eso es lo que opinas, y no es fruto del Asperger, arguméntalo. Explica cómo demonios has conocido Sevilla sin salir del hotel. Plántales cara y llámales embusteros, con el valor que no tienes, a todos los grandes escritores que sí saben y supieron encontrar la Sevilla real. Esta ciudad, su gente, tiene mucho que mejorar, aprender y cambiar; muchos de los principios que mueven a sus ciudadanos están anquilosados en tiempos de Rinconete y Cortadillo, y sí, es cierto que se mira demasiado en el espejo de la conformista vanagloria (arte, salero y olé). Todo eso es cierto, Arturito, y lo dice un sevillano, pero eso es muy diferente de la intención de tus palabras: falacia, rencor y disparate. Mejor sigue con tus novelas, que esas las escribes con tiempo y pausa necesarios para ni incurrir en despropósitos, y deja las redes sociales para quienes no desprenden hedor a fosa séptica cada vez que abren la boca sin haberlo planificado.
© Lucky Tovar