miércoles, 23 de diciembre de 2009

ASADO DE TÍTULO CON PATATAS

La cosa va, más o menos, así:
Cuando terminas el instituto, tienes que decidir si haces FP o una carrera. Como te ves capacitado, y por aquello que dicen que el FP es para torpes, lo intentas por la vía universitaria. Durante vete tú a saber cuantos años, clavas los codos y te achicharras las pestañas a estudiar; noches en vela, libros que no ayudan pero tienes que comprar porque los escribieron tus profesores, días de cincuenta horas esperando la nota de los exámenes y… cuatro mil euros después, ya está.
–Mamá, papá, ya tengo el título… ¡y firmado por Su Majestad!–

Mamá y papá miran orgullosos el diploma, y te aconsejan sobre qué hacer en un momento por el que nunca pasaron; la experiencia de los padres es tan valiosa, que sirve hasta cuando no la tienen. A tu padre le pasan por la cabeza ideas peregrinas, porque “ahora que eres licenciado en Ciencias de la Información, podrías llegar a oficial en la Guardia Civil”. Tu madre no lo dice, pero tiembla ante la posibilidad de tener a otro guardia en la familia, y se limita a decirte que “un título siempre te dará para comer”. A todo esto tú tienes bien claro lo que quieres hacer, aunque sería estupendo que también lo tuvieran claro las empresas. No es que te haga mucha gracia pasar tu vida jugando al tres en ralla en tu ordenador, pero ser funcionario tiene sus ventajas, así que opositas.

Vuelves a clavar los codos, a quemarte las pestañas y a no dormir ni con Dormidita… y suspendes. Llega el momento de empezar a patearte la ciudad hasta el punto de que tus pies te piden su propio estatuto. Buscas en Internet ofertas de trabajo que no vengan del salón de relax “El Farol Rojo”. La ilusión es inversamente proporcional al número de curriculums entregados, y los juanetes de los pies son ya Nación independiente de tu cuerpo. De repente, el día menos pensado, te llaman para una entrevista: el puesto parece hecho para ti, el entrevistador y tu posible futuro jefe demuestran saber menos que tú del tema; te cuentan que das el perfil, te preguntan a ti si te ves capacitado y (como tonto) dices que si, y alguien de dentro a quien conoces te dice que no han entrevistado a nadie más. Esperando a que te llamen, los días vuelven a tener cincuenta horas, y cuando te llaman… –Lo sentimos pero no da usted el perfil que buscamos– Y te preguntas como es posible que tu perfil haya cambiado en siete días
–¡Si solo me ha dado tiempo a cambiarte de ropa interior!–

Mientras llegas a la conclusión de que en el caso de los enchufados no importa el perfil, recuerdas aquellos días de recién licenciado, la ilusión que tenías, las dudosas ideas de tu padre (que de repente no parecen tan malas), los cuatro mil euros y las palabras de tu madre… y piensas que la única manera de que tu título te de de comer es meterlo en el microondas, asarlo con patatas a lo pobre, y comértelo mientras te acuerdas de Su Majestad.


© Lucky Tovar

1 comentario:

Anónimo dijo...

P.D. Basado en hechos reales......